El 2024 será un año dónde muchas “águilas pollos” tendrán la oportunidad de tomar conciencia de su destino, transformarse, y lanzarse a surcar libremente las altas cumbres de las posibilidades humanas.
Evolucionar requiere confiar
Evolucionar requiere confiar en nuestra naturaleza. En cada uno de nosotros alberga un Ser con deseos de explorar el ancho cielo. Sin embargo ¿Por qué algunos dudan o no se aventuran a la experiencia? En una popular fábula podríamos inferir nuestro primer desafío: creer que realmente podemos volar.
Pertenecemos al cielo
Una vez, un hombre encontró un huevo de águila y lo puso en el nido de una gallina, en un corral. El aguilucho fue incubado junto con la nidada de polluelos y creció con ellos. Toda su vida el águila hizo lo que hacían los pollos del corral, creyendo que era uno de ellos. Escarbaba la tierra en busca de gusanos e insectos. Piaba y cacareaba y movía las alas y volaba unos pocos metros.
Pasaron los años y el águila envejeció. Un día, vio un ave magnífica volando por encima de ella en el cielo sin nubes. Se deslizaba con graciosa majestuosidad entre las poderosas corrientes de aire moviendo apenas sus fuertes alas doradas. El águila, desde el gallinero, miraba hacia arriba con asombro.
– ¿Quién es ése?, preguntó.
– Es el águila, el rey de las aves -le respondió su vecino, el gallo -. Él pertenece al cielo. Nosotros pertenecernos a la tierra: somos aves de corral.
Al poco tiempo, el águila murió de puro viejo. Convencido y resignado de su vida de pollo.
Un animal venerado
El águila, ave venerada desde tiempos remotos; estados, nobleza y organizaciones utilizaron su imagen para transmitir simbólicamente valor, poder, fuerza, dignidad, supremacía; escudos, emblemas, monedas, alegorías religiosas e incluso alfabetos nos comunican su misterioso poder mediante “el águila”.
En la antigua y enigmática cultura egipcia, la primera letra su alfabeto – la A- se representa con la imagen del águila. ¿Cuántos indescifrables misterios esconderá la reina de los cielos?
Desde el antiguo Imperio Romano; los guerreros partían portando el estandarte de un águila coronado con las siglas SPQR – Senatvs Popvlvsqve Romanvs[1]-. Con algunas metamorfosis, como corresponde a tan poderoso animal, trascendió los tiempos, las civilizaciones, las culturas, las escrituras y sistemas monetarios. Su misteriosa presencia no tuvo límites: clases sociales; culturas; ideologías; religiones. Muchos convocaron su poder: el Sacro Imperio Romano Germánico; incontables casas nobiliarias la utilizaron (an) como emblema en banderas y escudos; Napoleón durante su breve Primer Imperio Francés; el emblema del imperio ruso; la bandera y moneda de Estados Unidos; la época del Franquismo español; la bandera de México.
Incluso en la Iglesia Católica, el águila real es el símbolo del apóstol más joven: San Juan. En una antigua leyenda el águila renovaba su juventud al lanzarse tres veces a una fuente de agua pura; se dice que la ceremonia del bautismo cristiano (donde el ser es sumergido tres veces -por la Trinidad- como símbolo de regeneración, salvación y nacimiento a una vida nueva) guarda analogía con el antiguo relato. También algunos consideran al águila como símbolo de Cristo y de su naturaleza divina.
[1] SPQR es la sigla de la frase latina Senatvs Popvlvsqve Romanvs, cuya traducción es «el Senado y el Pueblo Romano». Fue el emblema de los estandartes de las legiones romanas, así como el nombre oficial de la República Romana y del Imperio romano. Fuente wikipedia.
El ave portadora del poder
El águila es el ave con mayor longevidad de su especie. Llega a vivir 70 años pero, para llegar a esa edad, a los 40 debe tomar una seria y difícil decisión. A los 40 años, sus uñas están apretadas y flexibles y no consigue tomar las presas de las cuales se alimenta. Su pico largo y puntiagudo, se curva, apuntando contra el pecho. Sus alas están envejecidas y pesadas; y sus plumas gruesas. ¡Volar se hace ya tan difícil!
Entonces, el águila tiene solamente dos alternativas: morir o enfrentar un dolorido proceso de renovación que durara 150 días. El proceso consiste en volar hacia lo alto de una montaña y quedarse ahí, en un nido cercano a un paredón, en donde no tenga la necesidad de volar. Después de encontrar ese lugar, el águila comienza a golpear su pico en la pared hasta conseguir arrancarlo.
Luego debe esperar el crecimiento de uno nuevo con el que desprenderá una a una sus uñas. Cuando las nuevas uñas comienzan a nacer, comenzará a desplumar sus plumas viejas. Después de cinco meses, sale para su vuelo de renovación y ¡a vivir 30 años más!
El águila trascendió, incluso a los más poderosos imperios, su secreto: la capacidad de transformación. Cuando “su estructura física” le impide volar libremente, su reinado este peligro, puede perecer; sabe, lo sabe, debe enfrentar el dolor de la transformación. ¿Tendremos esta capacidad? ¿Qué transformaciones debemos realizar?
El 2024, el poder de transformarse
El 2024 será un año dónde muchas “águilas pollos” tendrán la oportunidad de tomar conciencia de su destino, transformarse, y lanzarse a surcar libremente las altas cumbres de las posibilidades humanas.