La felicidad como satisfacción de deseos culminantes.

La felicidad como satisfacción de deseos culminantes

Conceptos que obnubilan

El enigmático poder de algunos conceptos que obnubilan nuestro discernimiento.

Es evidente, las llamadas crisis económicas, financieras y sociales se deslizan por una espiral de ascendente de conflictividad; sin embargo, el enigmático poder de algunos conceptos obnubilan nuestro discernimiento. Conceptos simbólicos que organizan nuestro pensar, sentir y actuar , entendimientos que entorpecen el sentido común y, ciegan frente a lo evidente.

Iluminemos y reflexionemos, a modo de ejemplo, uno de los tantos conceptos que atraviesan la actual organización social: felicidad y deseos culminantes.

La felicidad en el imaginario social

La felicidad, en el imaginario de la conciencia social egocéntrica, es un bien suntuario, el más importante logro que podría alcanzar un ser humano. La vida parece adquirir sentido si se alcanza “la felicidad” individual ¿Cómo se entiende a tan mágica posibilidad?: Ser feliz es tener. Tener bienes materiales, disfrutar de inmediatos placeres de la vida (comida, sexo, dinero, viajes, diversión, etc.), alcanzar algún reconocimiento social, ser importante, tener prerrogativa sobre otros (el poder entendido como privilegio).

Se torna evidente, detrás del fonema felicidad se agazapan deseos de posesión de “algo” que suponemos con idoneidad para satisfacer alguna necesidad individual. No solo deseos de objetos, en el sentido propio de la palabra, sino, la objetivación de la relaciones (hijos, pareja, amigos, grupos, etc.); la objetivación de las apariencias (ser joven, esbelto, etc.); la objetivación de las creencias.

Inmersos en una profunda infelicidad existencial

Una rauda mirada nos confirmaría la falacia de tal entendimiento. La riqueza material, el status social y las creencias de supremacía de lo individual, aún con todo su esplendor, no han satisfecho las profundas aspiraciones humanas. Nuestro tiempo es atravesado por infelicidad, soledad, hastío, drogadicción, el sin sentido; en suma, otra paradoja: buscando la ansiada felicidad estamos inmersos en una profunda infelicidad existencial. Una concepto de felicidad que nos ha transformado en un insaciables depredadores.

Podríamos preguntarnos: ¿Qué tiene de erróneo el entendimiento de la felicidad como satisfacción de deseos individuales? o ¿qué tiene de malo pretender lo mejor (materialmente) para mí? Al plantear este tipo de pregunta se esconde nuestra resistencia a ampliar nuestra percepción-conocimiento.

Una quimera de la Conciencia Egocéntrica

Es evidente, si 7.000.000.000 de seres humanos accediera a satisfacer la felicidad, tal como la conceptualiza el entendimiento de la conciencia social egocéntrica, el planeta sólo soportaría unos 30 o 40 años. Al final de este tiempo, con los métodos actuales de extracción, producción, consumo y desechos, habremos depredado la totalidad de los recursos naturales y contaminado, de tal manera, el planeta que la existencia humana resultaría imposible. Entonces, el sentido común nos indica que este imaginario de felicidad, instalado culturalmente por la conciencia egocéntrica, es, tal como otros conceptos, simplemente: una quimera.

El mágico término “felicidad”, tal como lo plantea la conciencia egocéntrica, establece una relación biunívoca entre “deseo culminante” de bienes materiales e inmateriales objetivados y “su satisfacción”.

Deseo y Conciencia

Qué deseamos guarda relación directa con el estadio evolutivo de la conciencia. Avanzar, seguro nos obligará, a sujetar nuestros desbordados apetitos atravesando las duras pruebas de los mares de la trasformación humana. La primera estación será alcanzar colectivamente un entendimiento sensible y responsable de la felicidad.

Recuerdo la mirada radiante, y la sonrisa amorosa de la Madre Teresa ¿Por qué era tan feliz? Seguro, su felicidad no provenía de la satisfacción de su culminantes deseos personales. Puedo imaginar la inmensa alegría de su alma al rescatar a los bebés de los tachos de basura durante su peregrinajes matinales por las calles de Calcuta. Cada niño salvado, era una bendición que alegraba su corazón.

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