Despertemos: el trabajo humano no está limitado a las leyes de mercado.
Mediante la creación de conceptos e instrumentos simbólicos (tales como dinero, mercado, empleo y tanto otros), la conciencia egocéntrica entronada en los sistemas políticos, jurídicos y económicos ha tendido “un manto ilusorio que nos obnubila” y que, parece haber arrojado nuestra civilización a un callejón sin salida.
El entendimiento actual nos ha sumergido en la irrealidad de asumir que el trabajo humano carece de valor si no se transforma en “empleo” dentro de “las leyes de mercado”.
Atónitos, observamos, en todo el mundo, movimientos sociales demandando a viva voz ¡trabajo!. Sin embargo, al prestar atención, nos percatamos: solicitan ¡empleos!
La diferencia entre “empleo” y “trabajo humano”, una sutileza, no menor. El “empleo” supone un trabajo humano con “valor en dinero” dentro las “leyes de mercado”. En cambio, “el trabajo humano” es, en sí mismo, valioso, potencialmente creador de riquezas e, independiente de las “leyes de mercado”. El trabajo humano nos convierte en creadores sin importar lo que decrete algún astuto conjuro.
¡Un momento! Aún llevando la situación al extremo de un total colapso del sistema financiero, y llegado el punto donde, todos (o la gran mayoría de los habitantes del planeta) nos quedáramos sin empleo… Por favor, ¡Despertemos!: Aún conservaríamos la extraordinaria potencia creadora del “trabajo humano”.
¿Qué nos pasa que reclamamos más de lo mismo: protestamos para que “el mismo sistema” generador del problema otorgue las soluciones? ¿Acaso, no podemos crear otras realidades donde el trabajo humano resulte valioso? ¿Acaso, nuestras posibilidades de intercambio, producción y creación humana pueden estar limitadas por las ideas y teorías vigentes?