El de amor una materia de muchas aristas. Grandes tentaciones, pasiones, hazañas, venganzas, dolores y placeres se experimentan en nombre del amor. En ocasiones, por amor somos arrojados a proezas sorprendentes: Adán es tentado por su amada Eva a desobedecer a Dios; un emperador musulmán del siglo XVII, profundamente triste por la muerte de su esposa, a construir el imponente palacio del Taj Malal; las sufrientes Madres de Plaza de Mayo a enfrentar con indómito coraje a la dictadura militar clamando por sus hijos y nietos.
El amor en la vida cotidiana
¡Sin lugar a dudas el amor es una fuerza poderosa!: Direcciona nuestros pensamientos, emociones y acciones arrojándonos, a veces, a lo impensado. No sólo, nos lanza a lo fenomenal, sino también, a lo frecuente.
En lo cotidiano, actos de amor por doquier: las madres que velan por sus hijos, los amantes que se cuidan mutuamente, los hijos que asisten a sus padres, los hermanos confidentes, los actores sociales que se ocupan de las necesidades de su gente. Las relaciones humanas, de todo tipo, evidencian nuestra capacidad de amar.
Existen muchos tipos de amor: el amor paterno, el amor materno, el amor filial –de los hijos a los padres-, el amor de pareja, el fraterno –entre amigos-, el amor de hermanos; el amor a alguna causa, el amor solidario, y cientos de tipos de amor, cada uno de ellos amerita próximas notas.
Los deseos que nos mueven a la acción de amar son múltiples: necesidad de protección, miedo a la soledad, aspiraciones sociales, obediencia a mandatos familiares o sociales, conveniencia económica, dependencia, placer, prestigio, status, y muchas más… No sólo motivaciones egoístas, sino también otras altruistas: deseo de cuidado a un otro, entrega generosa, responsabilidad, sensibilidad, etcétera.
Explorar sobre nuestras motivaciones al amar, suele ser dificultoso: se requiere mucho coraje, honestidad y desapego. Sin embargo, para aprender a amar es importante ocuparnos de mirarnos al espejo y descubrir nuestra propia e intransferible verdad sobre el amor.
Dañinas espinas del amor
El amor puede ser una hermosa flor de cuyos tallos broten dañinas espinas cuando no es correspondido, la frustración puede arrojarnos a las obscuras ciénagas del odio, la ira, el resentimiento, la venganza, la crítica, la competencia, la depresión, la tristeza infinita… Los que antaño se amaron, tuvieron hijos, proyectos, sueños compartidos suelen destrozarse con indómitas guerras, cuando los aromas del amor, por alguna razón, perecen. Resulta estremecedor observar cómo se desgarra nuestra vida, la de aquellos que “supuestamente” hemos dejado de amar y la de quienes han nacido de ese amor.
¿Qué nos sucede? ¿Acaso es tan difícil dejar de amar? Observar qué deseos se nos frustran con la pérdida de un amor puede arrojarnos algunas pistas para descubrir por qué han aflorado tan destructivos aguijones. ¿Quizás tengan su origen en que no podemos renunciar a algo muy deseado, y sentimos, que ya no podremos alcanzarlo por nuestros propios medios?
Una sugerencia para podar preventivamente “las peligrosas espina del amor”: a la hora de amar, mucho puede ayudarnos indagar sobre qué deseos nos empujan a ese amor, quizás, de este modo se nos facilite el doloroso momento de la liberación de ese amor (sea éste el de un hijo, una pareja, un amigo, una causa, etcétera)
La indiferencia mata
Dicen los sabios: lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia.
Es sano que, luego de transcurrido un proceso de despedida del amor que nos unió a alguien: nos liberemos. Sin embargo, esto no debería entrañar indiferencia, sino por el contrario, una genuina despedida conlleva agradecimiento, perdón, comprensión y respeto de ese amor que motorizó nuestros pensamientos, sentimientos y acciones.
Todo lo amado, y lo vivido, se incorpora a nuestra existencia otorgándonos identidad. Es perjudicial para nuestra evolución ser indiferentes con aquello que nos constituye.
¡Atención, que se entienda bien! Cuando el amor concluye, específicamente en las relaciones de pareja, es muy conveniente liberar, debemos dar lugar a lo nuevo. Lo dicho no significa que nos resulte indiferente la buena o mala fortuna de aquel que otrora fue el depositario de nuestro amor.
En los tiempos actuales, muchas veces confundidos, dejamos que la indiferencia atraviese nuestras relaciones familiares y sociales.
Algunas situaciones frecuentes de indiferencia: 1) los padres que “no tienen tiempo para sus hijos” para ocuparse de sus actividades, sentimientos y pensamientos; 2) los hijos adultos que se desentienden de las necesidades de sus padres mayores; 3) los familiares más favorecidos por la fortuna que desatienden a los menos beneficiados; 4) las exparejas de buen vivir que son indiferentes a las penurias de aquél con quien compartieron proyectos, hijos y un extenso período de su vida.
La indiferencia en lo social puede resultarnos abrumadora: 1) miles de niños pasan hambre, 2) millones de personas viven en condiciones de indigencia; 3) el consumo obsceno de los recursos del planeta que dejará a nuestros descendientes un hábitat desbastado. Y mucho, mucho… más se podría decir de cómo la indiferencia mata nuestra extraordinaria capacidad de amar.
Filosofar sobre el amor se torna perentorio, necesitamos amar más y mejor. Aprender a amar es una decisión, y requiere esfuerzo. Tal vez, como nos decía la Santa Madre Teresa de Calcuta “debemos aprender a dar hasta que duela, eso es Amor”.